Una de las cosas que tenemos Laura y yo en
común, es que nos encanta el teatro…y parece que nuestras hijas han heredado
ese gusto.
Por eso nos emociona tanto descubrir que
hay personas que dedican tiempo y esfuerzo para hacer que también los peques puedan
disfrutar de una obra de teatro… pero de teatro de verdad, del bueno. De ese en
el que uno participa a través de la risa y la emoción. De ese en el que se crea
una especie de energía mágica que comunica a los que están sobre el escenario
con los que nos sentamos en la platea.
Como madre me alaga muchísimo cuando se respeta la inteligencia de los nin@s. ¡Se nota mucho cuando no
se menosprecia la capacidad del espectador (tenga la edad tenga)!
Un clásico bien adaptado o un guion
original complejo, una escenografía trabajada, canciones con más de cuatro
notas… todo esto se agradece tanto!!!!
Y a nosotras no se nos ocurre otra manera
de agradecerlo que a través del estómago.
La segunda ocasión de algo que ha acabado
siendo una costumbre, fue nuestra primera creación en conjunto. Por eso me
emociona hoy compartirla aquí, como una promesa de muchas más. Porque creo que nos hemos hecho adictas a
esas expresiones que reciben nuestro trabajo…
Laura preparó su delicioso bizcocho de yogurt y lo cubrió de chocolate. Luego llegué yo con mi fondant y mi rodillo al
hombro.
Como veis, el diseño es muy sencillo. Lo más
complicado de todo es conseguir que el fondant quede bien estirado, porque si
queda grueso no resulta muy agradable de comer. Como me parecía que el color
quedaba un poco apagado, le di unos toques de colorante rojo con un pincel.
Para la lámpara, recorté una plantilla
hecha con una imagen que saqué de internet. La pintamos con colorante comestible
dorado y la terminamos con unos detalles en colorante negro.
Un poco de purpurina comestible y unas
estrellitas le dieron el toque final.
Lo mejor de todo es que pasamos una tarde
genial, en la que hasta las peques disfrutaron modelando en fondant. ¡Si es que
son unas artistas!
Hasta la próxima
función!
Diana
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