Ingredientes para una fiesta
genial
_1 hija
preciosa cuyo nacimiento sea motivo único y absoluto de celebración (también
puede ser un hijo o más de uno, pero esa es una receta que yo, muy probablemente,
no haré)
_1
madre un poco loca
_1
socia, co-bloguer y amiga impagable (a ser posible, en el mismo estado que
el ingrediente anterior)
_1
hermano talentoso, generoso y dispuesto a caricaturizar a su sobrina en una
sirena capaz de atravesar el Atlántico
_1
dosis (grande) de paciencia y voluntad tamizadas junto con una pizca de
imaginación, creatividad y bastante terquedad
_1
grupo de invitados adultos divertidos, colaboradores y con mucho buen rollo
_1
grupo de invitados, aproximadamente de la edad del ingrediente principal
_2 o 3
juegos diversos para entretener al ingrediente anterior (tampoco hacen falta
grandes ideas porque es un ingrediente con una sorprendente capacidad de
pasárselo bien)
_Mucha comida dulce y salada para grandes y pequeños
_Bebidas
varias
_Y, por
último, el infaltable pastel de cumpleaños. Puede ser comprado, hecho por el segundo
ingrediente, de chocolate, de dulce de leche, clásico, temático… siempre será bien recibido.
En mi
caso, dado que el cumple de mi hija coincide con la cercanía del fin del curso
escolar (junio en este lado del mundo), tanto la fiesta como el pastel
representan el cierre de todo un año de esfuerzos y logros. Es, a la vez, una
conclusión y una promesa. Una manera de meternos en el cuerpo la energía
necesaria para los retos futuros.
En
natación fuimos testigos una importante mejora gracias, en gran parte, a un
profesor tan terco como mi hija y con mucho buen rollo.
Seguiremos practicando…
Por otro lado, el teatro como taller ha sido fundamental en la evolución personal del ingrediente nº 1, tanto para canalizar emociones, como para eliminar la timidez, ayudarla a madurar y un montón de etcéteras.
Además,
yo necesitaba celebrar el aniversario de la tarde en que descubrí que madre e
hija compartíamos esa capacidad de suspender la incredulidad de la que hablaba Coleridge.
Fue una experiencia sublime poder disfrutar de un Shakespeare, adaptado para el
público infantil con una delicadeza y un respeto a la inteligencia menuda que
te emocionaba por partida doble. Recuerdo que no era la única madre que salía
con el clínex en la mano comentando la maravilla que acabábamos de disfrutar. A
pesar de haber leído más de una vez “El Sueño de una Noche de Verano”, nunca la
había visto representada en teatro (sí en cine). Llegué al teatro con un gran
miedo a la decepción que desapareció en la primera escena.
No
puedo dejar de mencionar y agradecer a la gente de La Trepa, la compañía
estable del Jove Teatre Regina, porque un trocito de este pastel es suyo.
Espero que algún día repitan, para que podamos saldar esta deuda tan dulce.
Hasta
el próximo cumple
Diana
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