31 de enero de 2015

Un Club muy dulce

Hace mucho tiempo que quería subir este post, pero me lo estaba reservando para una ocasión especial… y ya no habrá ocasión mejor que esta.


Nuestra afición por el teatro no es ningún secreto, ni lo mucho que, como madre, valoro que gente con talento, genio y voluntad ponga todo su esfuerzo en hacer obras de teatro infantiles (permitirme la coletilla) de calidad.
Lo que nunca os he contado es cómo empezó esta manera mía de agradecer este trabajo, ese “aplauso comestible” que de vez en cuando nos gusta regalar.

Fue hace un par de años, en el Jove Teatre Regina (¿dónde, sino?) que cuatro niños perdidos en el bosque me transportaron a mi propia infancia, provocándome ganas de salir a jugar a la “vereda”, que es como en mi infancia lejana (temporal y geográficamente) le llamaba a la acera.
La mano de mi hija es un ancla a la realidad, aunque ella está en otro mundo, en el bosque, jugando…y esa capacidad que tiene ella de dejarse llevar es lo que me recuerda que una ya tiene una edad, que ya no puede salir a la calle a jugar que busca lobos o que rescata muñecas secuestradas…o cafeteras (sí, bueno, así era yo de pequeña). Mi papel es otro ahora. Es el de la mamá que prepara desayunos y meriendas.
Y cuando miro a estos adultos haciendo de niños con tanto respeto… sí, respeto, ese que falta tantas veces cuando se ve a los grandes imitando a los chicos, caricaturizándolos, ridiculizándolos… en fin…
Es entonces, decía, cuando miro al escenario y veo un niño sobreprotegido y miedoso, una niña divertida, desenvuelta y con una gran imaginación desarrollada para sobrellevar los cambios a los que se enfrenta. Otra, muy seria, que se ha vuelto distante y desconfiada por culpa del buillying que sufre en el cole. Y otro niño más, uno que con un simple gesto te desvela toda una historia y te estruja el corazón de madre. Si la habéis visto, o vais a verla el próximo 1 de Febrero, decirme si ese zapato roto no os provoca un nudo en la garganta.
Los cuatro, se pierden en el bosque, se explican sus miedos, se unen, se apoyan, se hacen más fuertes gracias a la amistad… es entonces cuando tú, madre, sentada allí en la butaca del teatro, con la mano de tu hija entre las tuyas, no puedes evitar pensar: “¿Es que a estos niños nadie les prepara la merienda?!”

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Acaba la obra y vuelves a casa escuchando el CD con las canciones, tu hija te dice “Mami, yo quiero volver a verla. ¡Es que me ha gustado mucho!”, y tú coincides, también te has quedado con ganas de más, y te hinchas de orgullo porque tu niña se te parece tanto…
Pero no es hasta un par de día más tarde, después de escuchar esas 4 canciones una y otra y otra vez hasta sabértelas de memoria, que adquieres consciencia de por qué te ha gustado tanto, del trabajo que hay detrás.
Repasas mentalmente la obra a través de la música y entiendes que el tono, la melodía de cada canción marca un estado de ánimo, transmite la emoción justa para el momento en el que se está cantando. De tal forma que, al menos en mi casa, tanto grandes como pequeños nos contagiamos esa emoción y la revivimos.
Las dos primeras canciones, muy alegres, te van presentando a los personajes, mostrando un poco de la personalidad de cada uno. La primera tiene un estribillo muy cañero, con una guitarra eléctrica que le da un toque rockero que me encanta!
Si algún día, parados en un semáforo, veis en el coche de al lado una mujer adulta aullando mientras mira por el retrovisor a la niña del asiento trasero que también aúlla…no os preocupéis: somos mi hija y yo cantando “ Una història“ y somos inofensivas.
La segunda canción viene de la mano del último personaje en entrar en escena. También es muy alegre, aunque un pelín más intensa. Creo, desde mi total ignorancia sobre el tema, que es la batería la que le da ese toque de emoción, de tensión necesaria… y es que, claro, (Ojo!!!! Spoiler!!!) es el momento en el que falla la "Suprabrúixola"...¡no se reinicia!
La siguiente te baja el ritmo cardíaco con una melodía tranquila y melancólica. Esas primeras notas de piano te predisponen para escuchar los miedos más íntimos de cada niño. La letra es fantástica, con un claro mensaje para los peques y una tremenda lección para los padres… Porque "Tots tenim pors", “a flor de pell o al moll de l’os”, pero hay que aprender a superarlos y no dejarse ganar. Y lo que más me gusta de la letra es la idea de que, en realidad, los niños son más fuertes de lo que nos pensamos. Los adultos, a veces, pecamos de ingenuos cuando, por protegerlos, disimulamos problemas o evitamos cuestiones que pensamos que son demasiado para ellos… y la mayoría de las veces, nos acaban dando una sorpresa.
Y como no te pueden dejar marchar del teatro con el corazón así, estrujadito, la obra termina con una canción simplemente genial, enérgica, alegre, cálida… que me transporta a los tiempos de mi adolescencia y revive en mí ese calorcito de saberte parte de un grupo que te apoya incondicionalmente, que dibuja en mi boca esa sonrisa tonta y nostálgica, esas ganas locas de hacer correr el tiempo. Me encanta recordar esa época en la que no había nada más importante ni más valioso que los amigos, y mirar a mi hija pensando que no queda mucho para que empiece a disfrutar de esa etapa fantástica de la vida, a pesar del peso que puede significar el hecho de que su madre ya no le será imprescindible.
Pero eso da igual, porque cuando llegue el momento en el que el centro de su mundo se desplace, conmigo en él, yo seguiré estando allí para prepararle la merienda. Y sentada en el coche escuchando “El Club dels Llops”, con el puño en alto, al batidor pongo por testigo que en mi casa nunca faltará un bizcocho, unos cupcakes o unas galletas para que mi hija y sus amigas/os acompañen el té o el café (sí, viejo, sí… el mate también, por qué no?)
Siento una inmensa gratitud porel hecho de que mi hija incorpore a través de un espectáculo entretenido, valores como la lealtad, la empatía, el compañerismo… ¡Fue tan fácil la conversación después, tan natural! Incluso ahora, mucho tiempo después de la última vez que vimos “El Club dels Llops”, sigo recurriendo a ellos para resolver algún conflicto o responder alguna pregunta.
Cuando le digo a Laura “Qué crees que  haría la K?” o “Qué diría la Gloria?”, no puedo evitar sonreír pensando en este grupo de gente joven, que ha puesto su talento, su genio y su voluntad al servicio del público infantil.
Es que me parece tan grande que se unan para pensar, escribir, componer, dibujar, diseñar, pintar, maquillar, cantar, bailar, actuar…con todo el trabajo, esfuerzo e inversión que ello implica, para intentar transmitir mensajes a un grupo de niños desconocidos y colaborar así en que sean mejores personas. Estoy segura de que podrían ganar muchos más dinero con otro tipo de espectáculo y, aunque opino desde fuera, estoy convencida de que todo ese trabajo no llega a compensarse económicamente… Aaaaay!!!!! Si yo fuera ministra de cultura!!!!!
Pero no lo soy. No soy más que una madre trabajadora y agradecida, muy agradecida de haber podido cruzar en el camino de mi hija personas como estas.

No se me ocurre otra manera de expresarlo. No sé hacer otra cosa que mezclar ingredientes y meterlos al horno… a veces, hay suerte y me sale bien.



Y así fue como, ayudada por mi pequeña gran chef preparamos estos cupcakes de chocolate con pepitas.





Un poco de fondant y mucho, mucho cariño hicieron el resto.



Para haber sido los primeros de los primeros, no quedaron tan mal.

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Mañana, Domingo 1 de febrero, nos iremos a Vilanova del Camí, al Centre Polivanlent de Can Papasseit, a ver la última función de “El Club dels Llops”: una obra de Les Maries Teatre con Maria Berenguer, Alicia Olivé, Gerard Flores y Joan Olivé. Quienes, dirigidos por Marc Miramunt se mueven y juegan con la escenografía de Aitor Rodero.
Por última vez escucharemos en vivo las canciones de Eloi Ortells y Marc Miramunt y nos llevaremos de recuerdo algún flyer con las magníficas ilustraciones de Raquel Riba, que siempre serán una inspiración.

Es verdad que nos queda un poco lejos, sí, pero por 5€ la entrada bien vale la pena el viaje!
Además, qué clase de fans de Les Maries Teatre seríamos si no las siguiéramos allá donde fueran!!!

La disfrutaremos por última vez y saldremos ansiosas esperando nuevos proyectos, pero en nuestro corazón, en nuestro recuerdo, Laura y yo “Sempre tindrem El Club dels Llops”


Auuuuuu!!!!!


2 comentarios:

  1. Sóc la mare de l'Alícia i només vull agraïr-te tota l'estimació que els hi dones, a part de les coses dolces que els hi portes!!!
    Sí, crec que hauríes de ser consellera de cultura, decididament.

    Una abraçada!

    Carme

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    1. Moltes gràcies, Carme!! La meva estimació se l'han guanyat a pols!!! Son un grupet de gent tan maca, tan dolça!!!
      Tant de bo pogués fer més que escriure i cuinar!!!

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