11 de abril de 2014

Cena en cestas


Estaba preparando un post con otro tema para hoy, pero nuestra cena de anoche bien amerita el cambio… así que el dulce de leche tendrá que esperar.

El trajín diario muchas veces me dificulta la planificación. Algunas tardes, la puesta de sol nos encuentra a Laura en la ducha y a mí, parada frente a la nevera con la puerta abierta sin saber qué hacer.
En esas estaba yo anoche, cuando recordé el paquete de pasta filo que había abierto la noche anterior para hacer algo que al final no salió. Ya os contaré, pero para lo que tenía pensado la pasta filo no sirve… o al menos, no como yo la trabajé.
Lo cierto es que sólo había utilizado algunas hojas y me quedaban suficientes para lo que, en ese momento,  se me acababa de ocurrir…o bueno, más o menos… la improvisación en realidad no existe…




Cogí unos moldes pequeños que Javier utiliza para hacer Pannacotta (ya lo sobornaré para que me deje subir la receta) y los forré por fuera con papel de aluminio.




Cogí todas la hojas que quedaban de pasta filo y las corté en cuadrados lo suficientemente grandes como para cubrir los moldes, en total salieron 6. 

Separé las hojas de cada grupo y las fui colocando una a una en el molde, de manera tal que los vértices del cuadrado fueran rotando. Las pinté con huevo batido y al horno. 


Mientras esperaba que quedaran doradas, improvisé el relleno:



Corté un puerro, que en casa nos encanta (bueno, a mí al menos), un trozo de pimiento rojo, uno verde, un tomate y un calabacín 





Eché unas gotas de aceite en una sartén y  puse primero el puerro. Cuando empezó a coger un poco de color le agregué el resto de ingredientes 



Cómo me molan estos colores!!


A Laura el calabacín sólo le gusta en crema (creo que la próxima vez le quitaré la piel, a ver si así cuela), así que para hacerle el plato un poco más tentador cogí unas salchichas frankfurt, las corté muy pequeñas y las agregué al final. 
Un poco de salsa de tomate y queso parmesano, que en casa no puede faltar, y listo el relleno.



Saqué las cestitas del horno y les quité con mucho cuidado, primero los moldes y luego el papel de aluminio. 

Que me perdonen todos los master chef del mundo porque no tenía tiempo de esperar a que enfriaran y las desmoldé en caliente: Sacrilegio!!! 



Pero la verdad, es que no me dio ningún problema, salvo el de quemarme un poco los dedos... cosas peores me han pasado.






Un par o tres de cucharadas de relleno en cada cesta, bien cargaditas, y me alcanzó para las 6. 







Como os podréis imaginar, no estaba conforme. No podía dejarlas así de aburridas. 




Un par de cucharadas de queso mascarpone, un poco de nata y más queso parmesano, junto con mi manga pastelera y una boquilla grande, me ayudaron a darle el toque final. Y no me hizo falta ni la batidora! Lo mezclé bien con un tenedor y la consistencia quedó ideal. 




En menos de media hora tenía lista una cena que provocó grandes elogios por parte de mi crítica más exigente… salvo cuando quiere hacerme la pelota, claro.


Hasta la próxima hornada.


Diana

2 comentarios:

  1. Me falta el emoticono de los aplausos...que rica receta, me han encantado las cestas y seguro que salieron sabrosísimas. Qué mano tienes, amiga!!! Besos

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